La tradición de la cerámica en Talavera y Puente del Arzobispo se remonta a la época de los romanos, pero en realidad son los musulmanes los que le dan el característico diseño, forma y decoración tan representativa.
Los ceramistas siguen realizando sus piezas tal y como lo hacían los maestros ceramistas del siglo XVI, salvo que actualmente hornos y tornos son eléctricos, y que algunos materiales que se utilizaban antiguamente ahora están prohibidos, como el plomo, y se han sustituido por otros. Pero el proceso y el resultado son los mismos.
La arcilla que se utiliza para las piezas sale del barro de las barrancas a orillas del Tajo. Hay que eliminar las impurezas y vaciar de aire el material que, después, se cuece a 1.110 ºC. De este paso sale lo que llaman «el bizcocho», una pieza con la superficie aún porosa. Se deja secar y, una vez seca, se sumerge en un esmalte vítreo que será el color del fondo sobre el que trabajarán los pintores. Por último, la pieza se vuelve a hornear a unos 950 ºC para fijar el color.